sábado, 19 de enero de 2013

La fiebre en... dónde esta





            En los periódicos, en todas las estaciones radiales, en los programas televisivos, en los salones de clases de todas las escuela, en todos los recintos universitarios, en las iglesias, en todos los lugares de trabajo, en los campos, en los pueblo en la ciudades; en fin, como La guaracha del Macho Camacho, en la novela del mismo nombre del famoso escritor puertorriqueño, Luis Rafael Sánchez, el tema de la violencia nos  arropa de norte al sur y de este a oeste.
 La violencia, en toda sus manifestaciones, a saber; robo, asaltos, peleas, agresiones de toda índole, verbales, físicas, violaciones sexuales, reflejando todo tipo de perversión, el suicidio, el homicidio, el asesinato impune, las masacres, son el pan nuestro de cada día que alimentan sustancialmente el tema dominante de nuestras conversaciones: el tema de la violencia sin limites, ni fronteras, de la violencia irracional, bárbara, salvaje que esta arraigada en la tierra de nuestra sociedad.
            Como la causa principal de esta violencia sin cuartel, en nuestro supuesto “pacifico” país, señalan siempre, sobretodo, los representantes del gobierno de turno, al consumo de droga y su trasiego o comercio, es decir, que el consumo, el trasiego, y la venta de las sustancias controladas, ilegales, como se  llama, dorando la píldora, también entre nosotros, a las drogas, es en nuestro suelo la explicación ultima a toda nuestra desgarradora tragedia de la violencia diaria, indetenible e incesante.
            Sin embargo, esta explicación, además, de constituir una simpleza alarmante, es limitada; porque si pensamos correctamente la droga, su consumo, su venta y su trasiego en Puerto Rico, no es  una causa; sino un efecto. Es, como los demás problemas, que pudren nuestro cuerpo social, un síntoma de nuestra enfermedad como pueblo, es una enfermedad colectiva.
Con esto de la droga, como explicación a nuestro desajuste social, estamos tomando la parte y convirtiéndola en un todo. La parte nos explica el todo, cuando la parte, perdónese la simpleza, es lo que con las demás partes, explica el todo. O, para decirlo de otra manera, no podemos elevar el síntoma a nivel de la causa. Es como decir que de pronto nuestro cuerpo se siente con dolor de cabeza, náuseas, mareos, fiebre y, concluir, que la causa de nuestra enfermedad, es el dolor de cabeza, cuando, probablemente, la causa sea una soberana indigestión por unos camarones que consumimos en algún restaurante.
            Una de las lecturas màs importantes que podemos hacer, durante nuestro periodo en la escuela superior, es la de la novela, La charca del escritor arecibeño, Don Manuel Zeno Gandìa. En esta novela el autor, entre muchas cosa màs, nos describe el cuadro económico, político, social, moral  religiosos y cultural de Puerto Rico, a finales del Siglo XIX. Màs terrible, no puede ser la descripción detallada del hambre, que lleva  a una madre a prostituir a su hija, de la  cobardías,  causa del asesinato del hermano, de la  conspiración del silencio, de la  avaricia,  del alcoholismo, de la  perdida de la fe en las cuestiones espirituales,  de las enfermedades físicas a granel, del robo,  del juego de azar, de las peleas,  de los asesinatos,  de los atropellos, en fin, para recogerlo en una sola expresión: ¡Violencia!  Y violencia en todas sus formas y en todas las capas sociales.
¿Qué significa esta mención de La charca? ¿Por qué La charca? No hay que pensar mucho para que concluyamos, que el sentido de esta alusión, es que para finales del siglo XIX, en nuestra isla, ya estaban presentes todos los problemas, que hoy explicamos, como su causa esencial, con el consumo, trasiego y venta de droga, pero que en esa época, finales del Siglo XIX, la droga no hacia acto de presencia, en el escenario de nuestra problemática social. No hay ni la más mínima referencia en La Charca al uso y la venta de la droga. No era un problema para la sociedad de esa época, y, sin embargo, Puerto Rico estaba, como hoy, corroído por graves e intensos males sociales. Vemos, entonces, que, por lo menos aquí, en Puerto Rico, la droga no ha sido causa de nuestra enfermedades sociales. El consumo, el trasiego, la venta de las drogas fue un problema màs que le surgió a nuestra sociedad, un síntoma más de nuestra enfermedad social, un efecto o consecuencia, como los demás manifestaciones de nuestra violencia diaria, de otra causa o de otras causas. O, para decirlo, como nuestros antepasados, la fiebre no está en la sábana, sino en el paciente.
Voy un poquito más allá, y vuelvo a argumentar con otro ejemplo, recogido en nuestra historia literaria. Estoy pensando en el libro de cuentos Terrazo de Don Abelardo Díaz Alfaro. También, como Manuel Zeno Gandia, Terrazo, analiza la crisis social de Puerto Rico, a partir de la décadas del treinta y el cuarenta; pero ya inmerso en el Siglo XX; y en sus cuentos y cuadros, más desgarradores, describe  la misma situación de La charca, es decir, el hambre, el paludismo, la  tuberculosis,  el desempleo, crímenes violentos, asesinatos impunes, y jamás podremos, allí, encontrar,   ni una sola oración, que  atestigüe o afirme que la droga, en ese mundo descrito por Don Abelardo, es uno de nuestros graves problemas sociales y, menos aún, causa de nuestra honda problemática social. Y estamos hablando del treinta y cuarenta en nuestra historia de pueblo.
Y de esta manera, todos,  podríamos  confirmar en nuestra literatura, y también en nuestros libros de historia, que la droga, es un fenómeno reciente en la vida de nuestro pueblo, porque, simplemente, ella no había estado, no existía, no era una realidad, no era un problema social en nuestro sociedad.
Como, Zeno Gandia y como don Abelardo Díaz Alfaro, muchos en Puerto Rico, apuntan que  no es la presencia de la droga, la causa de nuestra problemática social, sino que ella se debe a otra causa o causas, que explican, no solo el problema de la droga, sino todos los demás que cercenan a nuestro pueblo.
Algunos escritores, como Ernesto Ruiz Ortiz, hablando en un artículo, que llamó, “Aspectos psico-sociales del vandalismo escolar”, parte del supuesto de que, el problema del vandalismo escolar, tiene que ver « con la actual “psicología colectiva”... con los valores y metas y actitudes prevalecientes.»
 El vandalismo escolar, como sabemos, es una expresión de la violencia estudiantil, es decir, para efecto de este ensayo, otro problema social. Pero lo que importa destacar de este artículo, es que para el autor,   es un problema complejo; porque tiene raíces comunes con la patología social del puertorriqueño. No es una causa simple lo que lo explica; sino varias. Unas nacen en el contexto social, y otras, en la pique individual, por consiguiente, él, ve el problema del vandalismo escolar, desde la perspectiva del medio social, lo que llama aspectos sociales; y desde el ser individual, lo psicológico.
            Y  de la misma manera que Ernesto Ruiz explica el problema del vandalismo escolar, por diferentes causas y  ninguna de ella,  es por el uso de la droga; es propio  afirmar: que es completamente incorrecto, y tener las miras muy corta, tratar de echarle la culpa al trasiego, venta y consumo de drogas en nuestro país como la causa final de la totalidad de problemas que, como enseñó Zeno Gandía, enferman nuestro cuerpo social, es decir que hunden a los puertorriqueños en el abismo de la destrucción. Lo que quiero decir, llanamente, es que la enfermedad no está en la sábana, sino en el paciente. Reflexionemos en ello, amigos…
Pepe Robles.
1/19/2013




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