Introduccion
Cuando
enseñaba Español Básico, a los estudiantes de avanzada o los
talentosos, en la escuela Petra Corretjer
de O’Neill de Manatí, una de las lecturas decisivas, medulares del
curso, era el libro de ensayos de
Antonio Pedreira, titulado, Insularismo.
En el Pedreira, antetodo, se pregunta si
existe tal cosa como lo puertorriqueño.
No tengo ninguna duda que en el
ensayo, “Una nave al garete”, es donde se ve, claramente, que la
preocupación esencialmente esencial que preocupa
a Pedreira, es el archiconocido y archiventeado, problema de la identidad del
puertorriqueño; y, que sus reflexiones y pensamientos, plasmados
en este libro, intentaban contestar las pregunta radicales: ¿somos o no somos puertorriqueños? y si lo somos: ¿cómo
somos? ¿Qué somos social y culturalmente hablando?
Este
breve ensayo expositivo, lo anima el
deseo de demostrar, como la ya tan mencionada, estudiada, alabada y
vilipendiada Generación del Treinta en nuestro proceso histórico, perfectamente
representada, precisamente, como es
plenamente reconocido, por Antonio S.Pedreira, como su miembro más destacado, arquetípicamente, enfocó, sobretodo, en su
ensayo, Una nave al garete, el susodicho y mas que mentado, problema de la identidad del puertorriqueño.
Y a la par, aunque someramente, dejar entrever
la visión particular que de este espinoso y empinado problema tuvo
nuestro insigne pensador, que sea dicho de paso, se convirtió, ipso facto, en
la concepción fundamental de toda su generación. Para decirlo a lo moderno se
convirtió, la respuesta de Pedreira, en canóniga, ideológicamente hablando.
I. Pedreira y la Generación del Treinta en la
sociedad y cultura puertorriqueña
Fue Maldonado de Ortiz, quien
afirmó contundemente, no solamente el sentido de una generación
histórica-literaria, sino el hecho
irrebatible del magisterio de Pedreira, como el representante más importante de
esta generación que, paradigmáticamente, encarna en el, cuando afirma: “La
época de un escritor la determinan el tiempo y el lugar – o los lugares- en que le tocó vivir y escribir. Y si este
escritor es primordialmente un ensayista, acuciado de hondas preocupaciones por
la suerte de su pueblo, nadie mejor que él para tomarle el pulso a ese momento histórico.
De su compleja problemática le brotarán los temas que han de constituir la
nervadura de su obra, de su vital circunstancias condicionadora de su preparación cultural- viajes, lecturas, vocación
realizada – le vendrán la finura espiritual que ha de determinar su particular visión
del mundo. Tal es el caso de Antonio S. Pedreira. Nacido en Puerto Rico… su
vida transcurre entre el paréntesis de los anos 1898 y 1939. Pertenece por lo
tanto a la primera generación que aflora bajo la dominación norteamericana subsecuente
al triunfo de los Estados Unidos sobre España
en la guerra con que, al mismo tiempo
que se cierra el siglo, se acaba el poderío español en América porque esto es así, su obra, que
tiene el trasfondo dramático de cuatro décadas cuajada de múltiples acontecimientos
dolorosos, no solo para la conciencia de la isla sino para todo el mundo hispanoamericano,
requiere para una cabal valoración cuidadosa
ojeada previa al panorama político, económico, social y cultural de su época.
Necesaria e inevitable es la apreciación de ese momento en su doble vertiente
continental e insular.”
Esta
generación que Maldonado de Ortiz alude, no es otra que la llamada la Generación
del Treinta en la historia literaria,epocal puertorriqueña. Así lo reafirma
Gabriela Mistral: “Antonio S. Pedreira pertenece a la nueva generación puertorriqueña
de la cual se sabe poco en el Sur, pero se irá sabiendo cada día más. Gente
hostosiana es ella, en el sentido que tienen puestas las manos a la vez en
varios negocios vitales: en una independencia radical o mitigada de la isla; en
una dignificacion del campesino por la posesión del agro y por la escuela rural
y en una ya visible afinamiento de la
cultura literaria, natural en un país que ha cuidado de su lenguas. Las buenas
fraguas de estos trabajos son el Departamento de Educación, la universidad y la
Prensa. En unos años mas cuando esta generación
de profesores y de escritores presente su hornada de logros, Puerto Rico dirá
su palabra al Continente que lo cree acabado por el sometimiento que no fue tal
sino cesión española.”
En
pocas palabras de estas citas podemos
deducir el sentido de una generación, como un grupo de conciencias alertas,
mentes lucidas, comprometidas que se enfrentan unidos a una grave y profunda
problemática común, colectiva, presente en su ámbito, en nuestro caso Puerto Rico,
y que dedican su hacer, su pensar y obrar, su palabra y acción, a enfrentarse a
esos problemas vitales, decisivos,
existenciales que determinan y problematizan la vida socio-cultural donde viven inmersos.
Uno de
los grandes historiadores de nuestra literatura el doctor Manrique Cabrera, ilumina,
ahondando, extraordinariamente, en la
esencia y naturaleza de la problemática de la llamada Generación del Treinta en
las letras borinqueñas subrayando que : “El
aliento creador de los treinta…conlleva unos rasgos peculiares… en primer término,
la actividad literaria gravita totalmente hacia la universidad de Puerto Rico,
en virtud de las egregias personalidades que aquellos días nos visitaban, y por
razón del intenso laboreo que en las aulas de entonces se facilitaba a la obra
de empuje que como empeño máximo florecía en El Departamento de Estudio Hispánicos.
Esta arrolladora empresa despertaba a la juventud del adormecimiento en que le
había sumergido la mediocridad ambiente de un confianzudo seudo- pragmatismo al
uso dentro de todos los órganos educativos.”
Remacha ese
sentido originario generacional, Manrique Cabrera, mencionando que la problemática de la Generación del Treinta continúa
la búsqueda de raíces de los modernistas; pero que: “El nuevo planteamiento se hará
firme y a fondo hacia los treinta, aun
cuando los hombre de esta hora tuvieron
conciencia plena de sus
limitaciones para darle cumplimiento
cabal a todas las facetas de un magno problema. Esta conciencia de limitación
pone un tinte de humildad y de modestia en medio de los más altos logros, (sin
embargo) el problema era grande en dimensiones, puesto que se trataba de
toso el ser puertorriqueño, preso en sus nuevas redes económicas, políticas, educativas,
literarias sociales etc. Compulsar esa realidad total, buscarle sus raíces vivientes,
calar hasta el fondo de las causas perturbadoras cobrar conciencia legitimable
y denunciar los engendros
desvirtuadores, para entonces trazar rumbos y enderezar caminos, era sencillamente obra
de romanos. De todos modos el planteamiento a fondo quedo hecho y dio frutos de
incuestionable alcance, que en los presentes días siguen en altos como retos nobles.”
Nadie duda que
la figura central, que el jefe supremo de La Generación del Treinta, fue
Antonio S. Pedreira. Así lo afirma Manrique Cabrera: “Protagonista de
excepcionales meritos, en este dramático tiempo fue… Antonio S. Pedreira
(1898-1939). Su labor era múltiple en los más diversos frentes de la cultura de
su hora y de su pueblo. Lo hallamos desempeñando una cátedra en la universidad
de Puerto Rico donde además dirige desde 1927
hasta la hora de su muerte el floreciente
Departamento de Estudios Hispánicos. Lo hallamos enseguida en la prensa periódica
introduciendo normas críticas un tanto desusadas por las directas,
antirretoricas y francas.”
Insiste
Manrique Cabrera “’ que la sola mención
de las obras de Pedreira trae a plano de primer orden la significación
particular de su figura. Obviamente es el quien mejor que nadie le da sentido
cohesivo y orgánico a los variados y dispersos empeños renovadores que en la atmósfera flotaban. Tales empeños…
dejaron un esplendido legado… (Y) aunque casi todas las obras de Pedreira
alientan esos rumbos ninguna persigue tan objetivo tan directamente y
limpiamente como Insularismo, libro
de ensayos… (Que) sigue en pie su
innegable valor como serio aporte al
esclarecimiento de la realidad puertorriqueña.”
De todas sus
obras, en conclusión, es en Insularismo donde Pedreira, como miembro central o
figura protagonista de las preocupaciones de la Generación del Treinta, expresa
sus ideas trascendentales,capitales sobre el problema de la identidad
puertorriqueña, es decir, ¿qué somos? Y
si somos ¿cómo somos? Veamos, pues, que dice Pedreira sobre tan enorme problema
puertorriqueño.
II. Pedreira y el problema de la identidad
puertorriqueña
Nos
dice Maldonado de Ortiz, analizando la
aportación de Pedreira en Insularismo, que: “En mayo de 1929 la revista Índice
de San Juan de Puerto Rico, haciéndose eco de una preocupación continental,
abre una encuesta sobre la personalidad puertorriqueña. Dos opiniones emitidas
en el término de veinticinco anos son el punto de partida. En 1903 Matienzo Citrón
ha dicho: Hostos, Betances Ruiz Belvis, fueron los puertorriqueños que
aparecieron como aquellos que más desearon
la libertad de su país. No porque su
noble ensueño se haya hecho hoy por hoy irrealizable, dejan de ser por eso padres y fundadores de la patria puertorriqueña
que todavía no existe. Hoy Puerto Rico solo es una muchedumbre. Pero cuando la muchedumbres
puertorriqueña tenga un alma, entonces Puerto rico será una Patria…En 1929 Mariano
Abril escribe: Pero… ¿existe el alma?, y ¿Puertorriqueña? Un cirujano no la
encontrará con el escalpelo: un psicólogo dudaría. El país esta desquiciado…
Ante esta negación del alma puertorriqueña, los nombres de Índice empeñados en la misión de valorar,
definir, orientar lanzan un reto a la intelectualidad puertorriqueña: ¿Somos o
no somos? ¿Cómo somos los puertorriqueños’?”
Pedreira
responde egregiamente al reto, así lo afirma Maldonado de Ortiz: “Antonio S.
Pedreira, respondiendo a un personal desasosiego, se interesa en la encuesta y
comienza a indagar en nuestra historia buscando en el pasado contestación. Al
cabo de unos cuantos años, cuando ya ha desaparecido de nuestro ámbito cultural
la revista Índice, publica su libro Insularismo: Ensayos de Interpretación Puertorriqueña”.
Manrique, es
del mismo sentir y pensamiento, cuando hablando de Insularismo, afirma que “En
la pagina inicial nos dice (Pedreira) que va buscando la significación oculta
de los hechos que marcan la trayectoria recorrida por nuestra vida de pueblo. A
poco añade (Pedreira) A la larga, el tema responde a un ¿cómo somos, o a un qué
somos? los puertorriqueños globalmente considerados… La dificultad sube de
punto cuando se intenta, como en este caso, definir un conjunto de seres que
todavía no ha podido delinear su personalidad colectiva.” Sostiene Maldonado de Ortiz la misma idea
diciendo:”’Insularismo es, en resumen el intento de señalar los elementos
dispersos que pueden dar sentido a nuestra personalidad, de recoger el ritmo
vital que nos define. Según Maldonado de Ortiz, es en el ensayo Intermezzo: Una
nave al garete, donde Pedreira, da una “idea clara del concepto que él tiene de
nuestra vida colectiva después de la invasión del 98.
En este ensayo Intermezzo, una nave
al garete, la tesis que elabora, Pedreira, en sus breves páginas, es que la
imposición de la cultura anglosajona, la norte americanización a la trágala,
produce en nuestro cuerpo social unos cambios radicales en nuestro sentido
económico de vida, en la vida pública y en el mundo de la afición
deportiva. Cabe preguntarnos: ¿Cuáles
son esos cambios económicos explicados por
Pedreira? Expansiones en el mundo
de la industria, del comercio, de la agricultura que han traído, como
consecuencia radical, que se haya
adquirido un aprendizaje en técnicas de
negocios y se haya desentrañado los vericuetos ocultos de la economía.
De esta manera Pedreira explica estos
procesos: “La industria, el comercio,
la agricultura, la riqueza pública se han expandido brutalmente y hemos
aprendido la técnica de los negocios y el secreto de la economía... Tenemos más
escuelas, más instituciones públicas, más sanidad, más profesionales, más
carreteras que antes.”
Sin embargo, una urgencia le quema su entraña
crítica, y tiene que amargamente denunciar, que esos cambios han alterado
negativamente nuestra cultura; porque son materiales, son civilizatorios y
periféricos, sin hondura. No son profundos,
ni intensos, ni vitales, ni culturales en el pleno sentido de la
palabra. Cambios de cantidad; pero no de calidad. Este fenómeno de
transculturación, movido por el injerto de una cultura distinta a la
puertorriqueña, resonó trágicamente en nuestro campo educativo. Y, como apunta
Pedreira: “hoy la escuela llega hasta las masas y por lo tanto se ha reducido mucho el numero
de analfabetos.” Pero, y este pero es
determinante, la sociedad puertorriqueña, contrajo por ello graves problemas
morales y sociales. Lo recoge así:” La civilización es horizontal; la cultura
vertical. Si yo fuera a sumarme al grupo que todo lo define en términos del más
y menos, diría que hoy somos más civilizados; pero ayer éramos más cultos.”
Por
consiguiente, el tema del bilingüismo,
lo examina, como ejemplo de la imposición de la cultura anglosajona, de corte
yanqui, porque uno de los signos que
Pedreira estudia profundamente, como característico del período de transición
de la Cultura Puertorriqueña a la Civilización Norteamericana, es el de la educación. Y, sobretodo, el
bilingüismo. O, lo que es lo mismo decir, los efectos de la implantación del
inglés, como vehículo principal de enseñanza en nuestro sistema de instrucción,
a partir de la ocupación de nuestras tierras por el imperialismo yanqui. Es
desde esta imposición del idioma del conquistador que cobra sentido pleno el
siguiente pensamiento del autor de Intermezzo: una nave al garete:
“El empobrecimiento de la lengua materna degenera en gangosa tartamudez, y al
cabo de los años las consecuencias tienen que ser fatales para nuestra cultura...
Hoy por hoy, y a pesar de la oficialidad del inglés, la lengua vernácula aún
lleva la ventaja. Hay que evitar a toda costa el estancamiento, no a base de
atacar el inglés a base del purismo, sino a base de defender el español en
nombre del vocabulario.”
Manejando la dicotomía esencial
entre cantidad y calidad, Pedreira apunta, que por el hecho mismo que el inglés
sustituya en la enseñanza a nuestra lengua, el español, los estudiantes
puertorriqueños, cuya lengua madre es el español, estarán
expuestos por más hora, por más tiempo a escuchar, a leer, a hablar y al
escribir en ingles; y esto, obviamente, al quitarle el espacio y tiempo al
español, lo va a empobrecer. Mientras más inglés se enseñe en las escuelas y,
máxime, si ese inglés es el medio esencial de educar; el español, porque ya no
se habla, no se escucha, no se lee, no
se escribe intensamente, corre el peligro de irse debilitando o, como dice
Pedreira, degenerando, destruyéndose, desapareciendo. En fin, el inglés, idioma
del invasor, irá sustituyendo al vernáculo puertorriqueño, el español, con el correr del tiempo.
Indubitable es que, nuestros estudiantes, como síntoma de esa
degeneración o destrucción, manifestarán
una gangosa tartamudez. En otras palabras, contraerán la enfermedad lingüística de no saber, por la
interferencia del idioma inglés, la palabra exacta, la palabra precisa, la
palabra correcta, la adecuada, que en
una determina circunstancia lingüística, deberán usar; porque la mezcla, sin
ton ni son, de los dos idiomas, los hundirá en el abismo de la indecisión, o,
según el pensamiento de Pedreira, su nave del lenguaje se quedará al garete, a
la deriva, yendo de una palabra a otra, del español al ingles; o del ingles al
español, turbado, cagueando, tartamudeando de incertidumbre a incertidumbre; indecisos entre el uso de
los dos idiomas.
Produciendo, como consecuencia
fatal, el deterioro, la corrupción, y hasta la desaparición de nuestra cultura;
porque es el idioma es, y esto es un axioma en la lingüística de todos los
tiempos, el depósito de toda herencia cultural. Es, por medio del lenguaje, que
pensamos el mundo, es por el lenguaje que expresamos nuestro ser, es, desde el
lenguaje, que se expresa lo más hondo de nuestro espíritu. Como un sabio ha
dicho: el lenguaje es espíritu y si se mutila el lenguaje, se destruye, se
cercena nuestro espíritu, se va a pique nuestra cultura, o sea, como dice
Pedreira, nuestra cultura se queda al garete y naufraga.
Y,
siguiendo su comparación de los idiomas, en términos de la cantidad y calidad,
sostiene Pedreira, que a pesar de la política educativa de norte americanizar, al
puertorriqueño de su época, sustituyéndole
su vernáculo por el idioma inglés, aun así, el idioma español, le lleva ventaja
al ingles, porque el uso de aquél predomina sobre éste. O, para decirlo de otra
manera, a pesar de los intentos de americanizarlo, imponiéndole a la cañona el
uso del ingles, el puertorriqueño, en la década del treinta, no olvidó su
idioma español, sino todo lo contrario, lo prefirió al inglés como siempre ha
sido at a través de nuestra historia lingüística.
Pero consciente del peligro que
amenaza al idioma español, lengua vernácula de los puertorriqueños, con la oficialidad del inglés, Pedreira
advierte que no se puede permitir el estancamiento del español. Porque se
convertiría en lengua muerta como el latín. Por consiguiente, sin descartar el
inglés, sin una actitud irracional ante este idioma, es nuestro deber apreciar
y defender nuestro vernaculo, es decir, negarnos a sustituir nuestra lengua por
la extranjera. Tener conciencia de nuestro idioma: estudiarlo más, enriquecerlo
ilimitadamente, pulirlo, superarlo en cuanto a su esencia y ser se refiere, es
decir, ver el inglés como una lengua de asignatura preferente, opcional y no
oficial.
Maldonado de Ortiz, haciendo una
interpretación de este ensayo, que es el medular en todo el libro Insularismo,
nos aclara, nítidamente, la posición de Pedreira y, por ende, de La Generación
del Treinta. Su tesis, su enfoque del
problema de identidad, es que Estados Unidos con su transculturación abismo a
Puerto Rico en un trauma ontológico. He aquí sus reveladoras y profundas
palabras: “El titulo Intermezzo: Una nave al garete da una idea clara del
concepto que tiene Pedreira, de nuestra vida colectiva después del 98.
Desorientación, inestabilidad, indecisión entre dos solicitaciones vitales
diametralmente opuestas y difíciles de aquilatar si no se tiene un concepto
claro de la diferencia entre civilización y cultura: esos son los síntomas graves del momento”.
Pedreira juzga esta situación, como algo
transitorio, un Intermezzo entre lo que perdimos- la carta autonómica en que se
reconocía nuestra mayoría de edad como pueblo, y lo que esperamos obtener que
desgraciadamente, no sabemos todavía lo que es. “Entre estos dos estilos de
vida, declara Pedreira, nuestra personalidad se encuentra transeúnte, en acción
pendularia, soltando y recogiendo, en un ir y venir, buscando rumbos, como
paloma en vuelo y sin reposo. Emparedado entre dos tipos de cultura
contrapuestas, muestro pueblo se encuentra en un correoso periodo de transición.
Pasamos de un estado católico, tradicional, monárquico a otro protestante y democrático;
de los sociológico a lo económico, de lo culto a lo civilizado.”
Comenta, Maldonado de Ortiz, esta tesis de Pedreira, afirmando: “En el
transcurso de los treintas anos de dominación norteamericana que enfoca Insularismo,
nuestro pueblo ha confrontado graves problemas de cultura: el bilingüismo de
nuestro sistema educativo que pone en una lengua extraña la responsabilidad de
transmitir la cultura, la especialización educativa que limita espiritualmente
al individuo, la despreocupación oficial por los aspectos mas fino de la
cultura, las crisis en las relaciones sociales y la perdida del ocio creador
por causa de nuestro concepto del tiempo y el dinero… El criterio de Pedreira
antes los cambios que se advierten en nuestra fisonomía moral esta libre de
prejuicios políticos. Reconoce que algunos de ellos se deben a condiciones
universales de las que no son responsables los norteamericanos, y que la mayor parte tienen su origen en la falta de
fe en nosotros mismos y en la mengua de amor por lo nuestro. Creemos que hay
una gran dosis de optimismo en esta apreciación del momento difícil en que
vivimos.”
Es
en este punto en que cita las mas importantes palabras de Pedreira en relación
al problema de que somos y si somos; como somos, aclarando no solo la posición
de el, sino, además, la posición de la generación de la cual fue su guía
espiritual: La Generación del Treinta,
respecto al problema de identidad, nervio y célula de sus preocupaciones:
“Aunque hoy navegue a la
deriva, nuestra personalidad no ha naufragado, como creen algunos pesimistas.
Ni todo fue albricias ni todo es hoy abatimiento. Entramos en el siglo XX con
un puñado de residuos inservibles y una
buena cantidad de diferencias sociales, que vamos corrigiendo merced al cambio
de soberanía. Al mismo tiempo, la vida se nos corrompe, dentro de un sórdido
utilitarismo, y la cultura ha perdido sus mejores categorías por la plebeya depauperación
intelectual a la que la ha sometido la vulgaridad del presente. La
transformación es responsable de la inestabilidad que hoy nos azora, y el
dualismo con que opera nuestro pueblo es la mejor señal de su estado
transitivo.”
Manrique Cabrera coincide con esta
posición de Pedreira, al enfocar el problema de que somos y como somos, cuando
dice: “’Tamana empresa la acomete Pedreira con singular aplomo. Las páginas se
suceden con expresión briosa y ávida de hallazgo que bien en losa adentro nos ofrece
(Pedreira) al afirmar: "que existe el alma puertorriqueña disgregada, dispersa, en potencia,
luminosamente fragmentada, como un rompecabezas doloroso que no ha gozado nunca
de su integralidad. La hemos empezado a crear, en el ultimo siglo de nuestra historia,
pero azares del destino político nos impidieron prolongar hasta hoy el mismo
derrotero.”
Acentúa
Manrique la idea de la identidad de Pedreira, diciendo: “Reitera (Pedreira),
posteriormente, esa misma consideración dándole mas afirmativos sesgos en la s
siguientes palabras: ‘Un pueblo como el nuestro, que empezó a delinear su
propio ademán, dentro de la cultura hispánica, no puede considerarse ni rendido
ni agotado. Hay que tener fe en esas latencias. Tenemos una manera
inconfundible de ser puertorriqueño, pero es a manera que no pudo gozar la
plenitud de su desarrollo, se encuentra hoy averiada por la transformación que
la somete el proceso químico de una nueva cultura.”
III.
Conclusiones
Con estas palabras de Pedreira, tan fecundas, damos en el clavo de su visión de la crisis
de la identidad del pueblo puertorriqueño desde principios del siglo XX. Por un
lado, establece la causa: la invasión norteamericana, como consecuencia brutal,
trajo el intento de cambiarnos, es decir, de transculturizarnos, de imponernos
la cultura anglosajona como nuestra imagen cultural esencial. Intento que
aunque aun no ha destruido la puertorriquenidad, sin embargo, ha traído un
profundo malestar. Nos ha dividido, nos ha dispersado y confundido en lo que
éramos y somos: antillanos, hispanoamericanos, latinos, o sea, con otra muy
diferente cultura a la yanqui, a la norteamericana.
Pero
como la cultura norteamericana se le impuso al puertorriqueño a la brava,
dictatorialmente, sin ninguna democracia ni consideración, esa imposición, ha
logrado enfermarnos culturalmente, hemos desarrollado síntomas que alteran y
dañan nuestro cuerpo social, sobretodo, un materialismo rampante que ahoga la
vida del espíritu. Por ello, frente a la pregunta inicial, somos o no somos y
si somos que somos, pregunta esencial de La Generación del Treinta, Pedreira
afirma nuestro ser: somos puertorriqueños y lo que somos se define por lo que
llegamos a ser a través de nuestra evolución histórica: una nación hispanoamericana,
caribeña, antillana, en guerra de
sobrevivencia con el gigante de siete
leguas, como llamo Martí a Estados Unidos. Esperando Pedreira; y de ello tiene una profunda que fe, que un
día nos curemos, nos redimamos, afirmando lo que somos sin miedo, sin
vacilaciones, sin duda: una nación antillana, caribeña, latinoamericana de
esencia hispánica. Para decirlo simplemente somos lo que somos y seremos:
Puertorriqueños o boricuas sin más.
Pepe
Rafael Robles Ríos
Manati,
P.R.
1/26/2013