lunes, 28 de enero de 2013

El problema de Identidad en La generación del treinta



Introduccion
            Cuando  enseñaba Español Básico,  a los estudiantes de avanzada o los talentosos,  en la escuela Petra Corretjer de O’Neill de  Manatí,  una de las lecturas decisivas, medulares del curso, era el libro de ensayos   de Antonio Pedreira, titulado, Insularismo. En el Pedreira, antetodo, se pregunta  si existe tal cosa como  lo puertorriqueño. No tengo ninguna duda que en  el ensayo, “Una nave al garete”,   es donde se ve, claramente, que la preocupación esencialmente esencial  que preocupa a  Pedreira, es el  archiconocido y  archiventeado, problema de la identidad del puertorriqueño; y, que sus reflexiones y pensamientos, plasmados en este libro, intentaban contestar las pregunta radicales:  ¿somos o no somos puertorriqueños? y si lo  somos:  ¿cómo somos? ¿Qué somos social y culturalmente hablando?

            Este breve ensayo expositivo,  lo anima el deseo de demostrar, como la ya tan mencionada, estudiada, alabada y vilipendiada Generación del Treinta en nuestro proceso histórico, perfectamente representada, precisamente,  como es plenamente reconocido, por  Antonio S.Pedreira,  como su miembro más destacado,  arquetípicamente, enfocó, sobretodo, en su ensayo, Una nave al garete, el susodicho y mas que mentado,  problema de la identidad del puertorriqueño. Y a la par, aunque someramente, dejar entrever  la visión particular que de este espinoso y empinado problema tuvo nuestro insigne pensador, que sea dicho de paso, se convirtió, ipso facto, en la concepción fundamental de toda su generación. Para decirlo a lo moderno se convirtió, la respuesta de Pedreira, en canóniga, ideológicamente hablando.

I.  Pedreira y la Generación del Treinta en la sociedad y cultura puertorriqueña

             Fue Maldonado de Ortiz,  quien  afirmó contundemente, no solamente el sentido de una generación histórica-literaria,  sino el hecho irrebatible del magisterio de Pedreira, como el representante más importante de esta generación que, paradigmáticamente, encarna en el, cuando afirma: “La época de un escritor la determinan el tiempo y el lugar – o los lugares-   en que le tocó vivir y escribir. Y si este escritor es primordialmente un ensayista, acuciado de hondas preocupaciones por la suerte de su pueblo, nadie mejor que él para tomarle el pulso a ese momento histórico. De su compleja problemática le brotarán los temas que han de constituir la nervadura de su obra, de su vital circunstancias condicionadora de  su preparación cultural- viajes, lecturas, vocación realizada – le vendrán la finura espiritual que ha de determinar su particular visión del mundo. Tal es el caso de Antonio S. Pedreira. Nacido en Puerto Rico… su vida transcurre entre el paréntesis de los anos 1898 y 1939. Pertenece por lo tanto a la primera generación que aflora bajo la dominación norteamericana subsecuente al triunfo  de los Estados Unidos sobre España en la guerra  con que, al mismo tiempo que se cierra el siglo, se acaba el poderío español  en América porque esto es así, su obra, que tiene el trasfondo dramático de cuatro décadas cuajada de múltiples acontecimientos dolorosos, no solo para la conciencia de la isla sino para todo el mundo hispanoamericano, requiere para una  cabal valoración cuidadosa ojeada previa al panorama político, económico, social y cultural de su época. Necesaria e inevitable es la apreciación de ese momento en su doble vertiente continental e insular.”

            Esta generación que Maldonado de Ortiz alude, no es otra que la llamada la Generación del Treinta en la historia literaria,epocal puertorriqueña. Así lo reafirma Gabriela Mistral: “Antonio S. Pedreira pertenece a la nueva generación puertorriqueña de la cual se sabe poco en el Sur, pero se irá sabiendo cada día más. Gente hostosiana es ella, en el sentido que tienen puestas las manos a la vez en varios negocios vitales: en una independencia radical o mitigada de la isla; en una dignificacion del campesino por la posesión del agro y por la escuela rural y en una ya  visible afinamiento de la cultura literaria, natural en un país que ha cuidado de su lenguas. Las buenas fraguas de estos trabajos son el Departamento de Educación, la universidad y la Prensa. En unos  años mas cuando esta generación de profesores y de escritores presente su hornada de logros, Puerto Rico dirá su palabra al Continente que lo cree acabado por el sometimiento que no fue tal sino cesión española.”

            En pocas palabras de estas citas  podemos deducir el sentido de una generación, como un grupo de conciencias alertas, mentes lucidas, comprometidas que se enfrentan unidos a una grave y profunda problemática común, colectiva, presente en su ámbito, en nuestro caso Puerto Rico, y que dedican su hacer, su pensar y obrar, su palabra y acción, a enfrentarse a esos problemas  vitales, decisivos, existenciales que determinan y problematizan la vida socio-cultural donde  viven inmersos.

  Uno de los grandes historiadores de nuestra literatura el doctor Manrique Cabrera, ilumina, ahondando, extraordinariamente, en  la esencia y naturaleza de la problemática de la llamada Generación del Treinta en las letras borinqueñas  subrayando que : “El aliento creador de los treinta…conlleva unos rasgos peculiares… en primer término, la actividad literaria gravita totalmente hacia la universidad de Puerto Rico, en virtud de las egregias personalidades que aquellos días nos visitaban, y por razón del intenso laboreo que en las aulas de entonces se facilitaba a la obra de empuje que como empeño máximo florecía en El Departamento de Estudio Hispánicos. Esta arrolladora empresa despertaba a la juventud del adormecimiento en que le había sumergido la mediocridad ambiente de un confianzudo seudo- pragmatismo al uso dentro de todos los órganos educativos.”

Remacha ese sentido originario generacional, Manrique Cabrera, mencionando que  la problemática de la Generación del Treinta continúa la búsqueda de raíces de los modernistas; pero que: “El nuevo planteamiento se hará firme  y a fondo hacia los treinta, aun cuando los hombre  de esta hora tuvieron conciencia plena  de sus limitaciones  para darle cumplimiento cabal a todas las facetas de un magno problema. Esta conciencia de limitación pone un tinte de humildad y de modestia en medio de los más altos logros, (sin embargo) el problema era  grande   en dimensiones, puesto que se trataba de toso el ser puertorriqueño, preso en sus nuevas redes económicas, políticas, educativas, literarias sociales etc. Compulsar esa realidad total, buscarle sus raíces vivientes, calar hasta el fondo de las causas perturbadoras cobrar conciencia legitimable y denunciar los engendros  desvirtuadores, para entonces trazar rumbos  y enderezar caminos, era sencillamente obra de romanos. De todos modos el planteamiento a fondo quedo hecho y dio frutos de incuestionable alcance, que en los presentes días siguen en altos  como retos nobles.”

Nadie duda que la figura central, que el jefe supremo de La Generación del Treinta, fue Antonio S. Pedreira. Así lo afirma Manrique Cabrera: “Protagonista de excepcionales meritos, en este dramático tiempo fue… Antonio S. Pedreira (1898-1939). Su labor era múltiple en los más diversos frentes de la cultura de su hora y de su pueblo. Lo hallamos desempeñando una cátedra en la universidad de Puerto Rico donde además dirige desde 1927  hasta la hora de su muerte  el floreciente Departamento de Estudios Hispánicos. Lo hallamos enseguida en la prensa periódica introduciendo normas críticas un tanto desusadas por las directas, antirretoricas y francas.”

Insiste Manrique Cabrera “’ que la sola mención  de las obras de Pedreira trae a plano de primer orden la significación particular de su figura. Obviamente es el quien mejor que nadie le da sentido cohesivo y orgánico a los variados y dispersos empeños renovadores  que en la atmósfera flotaban. Tales empeños… dejaron un esplendido legado… (Y) aunque casi todas las obras de Pedreira alientan esos rumbos ninguna persigue tan objetivo tan directamente y limpiamente como Insularismo, libro de ensayos… (Que)  sigue en pie su innegable valor  como serio aporte al esclarecimiento de la realidad puertorriqueña.”
De todas sus obras, en conclusión, es en Insularismo donde Pedreira, como miembro central o figura protagonista de las preocupaciones de la Generación del Treinta, expresa sus ideas trascendentales,capitales sobre el problema de la identidad puertorriqueña, es decir, ¿qué somos?  Y si somos ¿cómo somos? Veamos, pues, que dice Pedreira sobre tan enorme problema puertorriqueño.

II.  Pedreira y el problema de la identidad puertorriqueña

            Nos dice Maldonado de  Ortiz, analizando la aportación de Pedreira en Insularismo, que: “En mayo de 1929 la revista Índice de San Juan de Puerto Rico, haciéndose eco de una preocupación continental, abre una encuesta sobre la personalidad puertorriqueña. Dos opiniones emitidas en el término de veinticinco anos son el punto de partida. En 1903 Matienzo Citrón ha dicho: Hostos, Betances Ruiz Belvis, fueron los puertorriqueños que aparecieron como aquellos  que más desearon  la libertad de su país. No porque su noble ensueño se haya hecho  hoy  por hoy irrealizable, dejan de ser por  eso padres y fundadores de la patria puertorriqueña que todavía no existe. Hoy Puerto Rico solo es una muchedumbre. Pero cuando la muchedumbres puertorriqueña tenga un alma, entonces Puerto rico será una Patria…En 1929 Mariano Abril escribe: Pero… ¿existe el alma?, y ¿Puertorriqueña? Un cirujano no la encontrará con el escalpelo: un psicólogo dudaría. El país esta desquiciado… Ante esta negación del alma puertorriqueña, los nombres de Índice empeñados en la misión de valorar, definir, orientar lanzan un reto a la intelectualidad puertorriqueña: ¿Somos o no somos? ¿Cómo somos los puertorriqueños’?” 

Pedreira responde egregiamente al reto, así lo afirma Maldonado de Ortiz: “Antonio S. Pedreira, respondiendo a un personal desasosiego, se interesa en la encuesta y comienza a indagar en nuestra historia buscando en el pasado contestación. Al cabo de unos cuantos años, cuando ya ha desaparecido de nuestro ámbito cultural la revista Índice, publica su libro Insularismo: Ensayos de Interpretación Puertorriqueña”.

Manrique, es del mismo sentir y pensamiento, cuando hablando de Insularismo, afirma que “En la pagina inicial nos dice (Pedreira) que va buscando la significación oculta de los hechos que marcan la trayectoria recorrida por nuestra vida de pueblo. A poco añade (Pedreira) A la larga, el tema responde a un ¿cómo somos, o a un qué somos? los puertorriqueños globalmente considerados… La dificultad sube de punto cuando se intenta, como en este caso, definir un conjunto de seres que todavía no ha podido delinear su personalidad colectiva.”  Sostiene Maldonado de Ortiz la misma idea diciendo:”’Insularismo es, en resumen el intento de señalar los elementos dispersos que pueden dar sentido a nuestra personalidad, de recoger el ritmo vital que nos define. Según Maldonado de Ortiz, es en el ensayo Intermezzo: Una nave al garete, donde Pedreira, da una “idea clara del concepto que él tiene de nuestra vida colectiva después de la invasión del 98.

  En este ensayo Intermezzo, una nave al garete, la tesis que elabora, Pedreira, en sus breves páginas, es que la imposición de la cultura anglosajona, la norte americanización a la trágala, produce en nuestro cuerpo social unos cambios radicales en nuestro sentido económico de vida, en la vida pública y en el mundo de la afición deportiva.  Cabe preguntarnos: ¿Cuáles son esos cambios económicos explicados por  Pedreira?  Expansiones en el mundo de la industria, del comercio, de la agricultura que han traído, como consecuencia radical,  que se haya adquirido  un aprendizaje en técnicas de negocios y se haya desentrañado los vericuetos ocultos de la economía.

 De esta manera Pedreira explica estos procesos:   “La industria, el comercio, la agricultura, la riqueza pública se han expandido brutalmente y hemos aprendido la técnica de los negocios y el secreto de la economía... Tenemos más escuelas, más instituciones públicas, más sanidad, más profesionales, más carreteras que antes.”
 Sin embargo, una urgencia le quema su entraña crítica, y tiene que amargamente denunciar, que esos cambios han alterado negativamente nuestra cultura; porque son materiales, son civilizatorios y periféricos, sin hondura. No son profundos,  ni intensos, ni vitales, ni culturales en el pleno sentido de la palabra. Cambios de cantidad; pero no de calidad. Este fenómeno de transculturación, movido por el injerto de una cultura distinta a la puertorriqueña, resonó trágicamente en nuestro campo educativo. Y, como apunta Pedreira: “hoy la escuela llega hasta las masas y  por lo tanto se ha reducido mucho el numero de analfabetos.”  Pero, y este pero es determinante, la sociedad puertorriqueña, contrajo por ello graves problemas morales y sociales. Lo recoge así:” La civilización es horizontal; la cultura vertical. Si yo fuera a sumarme al grupo que todo lo define en términos del más y menos, diría que hoy somos más civilizados; pero ayer éramos más cultos.”

  Por consiguiente,  el tema del bilingüismo, lo examina, como ejemplo de la imposición de la cultura anglosajona, de corte yanqui,  porque uno de los signos que Pedreira estudia profundamente, como característico del período de transición de la Cultura Puertorriqueña a la Civilización Norteamericana, es el  de la educación. Y, sobretodo, el bilingüismo. O, lo que es lo mismo decir, los efectos de la implantación del inglés, como vehículo principal de enseñanza en nuestro sistema de instrucción, a partir de la ocupación de nuestras tierras por el imperialismo yanqui. Es desde esta imposición del idioma del conquistador que cobra sentido pleno el siguiente pensamiento del autor de Intermezzo: una nave al garete: “El empobrecimiento de la lengua materna degenera en gangosa tartamudez, y al cabo de los años las consecuencias tienen que ser fatales para nuestra cultura... Hoy por hoy, y a pesar de la oficialidad del inglés, la lengua vernácula aún lleva la ventaja. Hay que evitar a toda costa el estancamiento, no a base de atacar el inglés a base del purismo, sino a base de defender el español en nombre del vocabulario.”

            Manejando la dicotomía esencial entre cantidad y calidad, Pedreira apunta, que por el hecho mismo que el inglés sustituya en la enseñanza a nuestra lengua, el español, los estudiantes puertorriqueños, cuya lengua madre es el español,  estarán  expuestos por más hora, por más tiempo a escuchar, a leer, a hablar y al escribir en ingles; y esto, obviamente, al quitarle el espacio y tiempo al español, lo va a empobrecer. Mientras más inglés se enseñe en las escuelas y, máxime, si ese inglés es el medio esencial de educar; el español, porque ya no se habla, no se escucha, no  se lee, no se escribe intensamente, corre el peligro de irse debilitando o, como dice Pedreira, degenerando, destruyéndose, desapareciendo. En fin, el inglés, idioma del invasor, irá sustituyendo al vernáculo puertorriqueño, el español,  con el correr del tiempo.

            Indubitable es que,  nuestros estudiantes, como síntoma de esa degeneración o destrucción,  manifestarán una gangosa tartamudez. En otras palabras, contraerán la  enfermedad lingüística de no saber, por la interferencia del idioma inglés, la palabra exacta, la palabra precisa, la palabra correcta,  la adecuada, que en una determina circunstancia lingüística, deberán usar; porque la mezcla, sin ton ni son, de los dos idiomas, los hundirá en el abismo de la indecisión, o, según el pensamiento de Pedreira, su nave del lenguaje se quedará al garete, a la deriva, yendo de una palabra a otra, del español al ingles; o del ingles al español, turbado, cagueando, tartamudeando de incertidumbre  a incertidumbre; indecisos entre el uso de los dos idiomas.

            Produciendo, como consecuencia fatal, el deterioro, la corrupción, y hasta la desaparición de nuestra cultura; porque es el idioma es, y esto es un axioma en la lingüística de todos los tiempos, el depósito de toda herencia cultural. Es, por medio del lenguaje, que pensamos el mundo, es por el lenguaje que expresamos nuestro ser, es, desde el lenguaje, que se expresa lo más hondo de nuestro espíritu. Como un sabio ha dicho: el lenguaje es espíritu y si se mutila el lenguaje, se destruye, se cercena nuestro espíritu, se va a pique nuestra cultura, o sea, como dice Pedreira, nuestra cultura se queda al garete y naufraga.

Y, siguiendo su comparación de los idiomas, en términos de la cantidad y calidad, sostiene Pedreira, que a pesar de la política educativa de norte americanizar, al  puertorriqueño de su época, sustituyéndole su vernáculo por el idioma inglés, aun así, el idioma español, le lleva ventaja al ingles, porque el uso de aquél predomina sobre éste. O, para decirlo de otra manera, a pesar de los intentos de americanizarlo, imponiéndole a la cañona el uso del ingles, el puertorriqueño, en la década del treinta, no olvidó su idioma español, sino todo lo contrario, lo prefirió al inglés como siempre ha sido at a través de nuestra historia lingüística.
            Pero consciente del peligro que amenaza al idioma español, lengua vernácula de los puertorriqueños,  con la oficialidad del inglés, Pedreira advierte que no se puede permitir el estancamiento del español. Porque se convertiría en lengua muerta como el latín. Por consiguiente, sin descartar el inglés, sin una actitud irracional ante este idioma, es nuestro deber apreciar y defender nuestro vernaculo, es decir, negarnos a sustituir nuestra lengua por la extranjera. Tener conciencia de nuestro idioma: estudiarlo más, enriquecerlo ilimitadamente, pulirlo, superarlo en cuanto a su esencia y ser se refiere, es decir, ver el inglés como una lengua de asignatura preferente, opcional y no oficial.

            Maldonado de Ortiz, haciendo una interpretación de este ensayo, que es el medular en todo el libro Insularismo, nos aclara, nítidamente, la posición de Pedreira y, por ende, de La Generación del Treinta.  Su tesis, su enfoque del problema de identidad, es que Estados Unidos con su transculturación abismo a Puerto Rico en un trauma ontológico. He aquí sus reveladoras y profundas palabras: “El titulo Intermezzo: Una nave al garete da una idea clara del concepto que tiene Pedreira, de nuestra vida colectiva después del 98. Desorientación, inestabilidad, indecisión entre dos solicitaciones vitales diametralmente opuestas y difíciles de aquilatar si no se tiene un concepto claro de la diferencia entre civilización y cultura: esos son los  síntomas graves del momento”.
 Pedreira juzga esta situación, como algo transitorio, un Intermezzo entre lo que perdimos- la carta autonómica en que se reconocía nuestra mayoría de edad como pueblo, y lo que esperamos obtener que desgraciadamente, no sabemos todavía lo que es. “Entre estos dos estilos de vida, declara Pedreira, nuestra personalidad se encuentra transeúnte, en acción pendularia, soltando y recogiendo, en un ir y venir, buscando rumbos, como paloma en vuelo y sin reposo. Emparedado entre dos tipos de cultura contrapuestas, muestro pueblo se encuentra en un correoso periodo de transición. Pasamos de un estado católico, tradicional, monárquico a otro protestante y democrático; de los sociológico a lo económico, de lo culto a lo civilizado.”

            Comenta, Maldonado de Ortiz,  esta tesis de Pedreira, afirmando: “En el transcurso de los treintas anos de dominación norteamericana que enfoca Insularismo, nuestro pueblo ha confrontado graves problemas de cultura: el bilingüismo de nuestro sistema educativo que pone en una lengua extraña la responsabilidad de transmitir la cultura, la especialización educativa que limita espiritualmente al individuo, la despreocupación oficial por los aspectos mas fino de la cultura, las crisis en las relaciones sociales y la perdida del ocio creador por causa de nuestro concepto del tiempo y el dinero… El criterio de Pedreira antes los cambios que se advierten en nuestra fisonomía moral esta libre de prejuicios políticos. Reconoce que algunos de ellos se deben a condiciones universales de las que no son responsables los norteamericanos, y que la  mayor parte tienen su origen en la falta de fe en nosotros mismos y en la mengua de amor por lo nuestro. Creemos que hay una gran dosis de optimismo en esta apreciación del momento difícil en que vivimos.”
Es en este punto en que cita las mas importantes palabras de Pedreira en relación al problema de que somos y si somos; como somos, aclarando no solo la posición de el, sino, además, la posición de la generación de la cual fue su guía espiritual: La Generación del Treinta,  respecto al problema de identidad, nervio y célula de sus preocupaciones:
                        “Aunque hoy navegue a la deriva, nuestra personalidad no ha naufragado, como creen algunos pesimistas. Ni todo fue albricias ni todo es hoy abatimiento. Entramos en el siglo XX con un puñado  de residuos inservibles y una buena cantidad de diferencias sociales, que vamos corrigiendo merced al cambio de soberanía. Al mismo tiempo, la vida se nos corrompe, dentro de un sórdido utilitarismo, y la cultura ha perdido sus mejores categorías por la plebeya depauperación intelectual a la que la ha sometido la vulgaridad del presente. La transformación es responsable de la inestabilidad que hoy nos azora, y el dualismo con que opera nuestro pueblo es la mejor señal de su estado transitivo.”

            Manrique Cabrera coincide con esta posición de Pedreira, al enfocar el problema de que somos y como somos, cuando dice: “’Tamana empresa la acomete Pedreira con singular aplomo. Las páginas se suceden con expresión briosa y ávida de hallazgo que bien en losa adentro nos ofrece (Pedreira) al afirmar: "que existe el alma puertorriqueña disgregada, dispersa, en potencia, luminosamente fragmentada, como un rompecabezas doloroso que no ha gozado nunca de su integralidad. La hemos empezado a crear, en el ultimo siglo de nuestra historia, pero azares del destino político nos impidieron prolongar hasta hoy el mismo derrotero.”

Acentúa Manrique la idea de la identidad de Pedreira, diciendo: “Reitera (Pedreira), posteriormente, esa misma consideración dándole mas afirmativos sesgos en la s siguientes palabras: ‘Un pueblo como el nuestro, que empezó a delinear su propio ademán, dentro de la cultura hispánica, no puede considerarse ni rendido ni agotado. Hay que tener fe en esas latencias. Tenemos una manera inconfundible de ser puertorriqueño, pero es a manera que no pudo gozar la plenitud de su desarrollo, se encuentra hoy averiada por la transformación que la somete el proceso químico de una nueva cultura.”

III. Conclusiones

            Con estas palabras  de Pedreira, tan fecundas,  damos en el clavo de su visión de la crisis de la identidad del pueblo puertorriqueño desde principios del siglo XX. Por un lado, establece la causa: la invasión norteamericana, como consecuencia brutal, trajo el intento de cambiarnos, es decir, de transculturizarnos, de imponernos la cultura anglosajona como nuestra imagen cultural esencial. Intento que aunque aun no ha destruido la puertorriquenidad, sin embargo, ha traído un profundo malestar. Nos ha dividido, nos ha dispersado y confundido en lo que éramos y somos: antillanos, hispanoamericanos, latinos, o sea, con otra muy diferente cultura a la yanqui, a la norteamericana.
Pero como la cultura norteamericana se le impuso al puertorriqueño a la brava, dictatorialmente, sin ninguna democracia ni consideración, esa imposición, ha logrado enfermarnos culturalmente, hemos desarrollado síntomas que alteran y dañan nuestro cuerpo social, sobretodo, un materialismo rampante que ahoga la vida del espíritu. Por ello, frente a la pregunta inicial, somos o no somos y si somos que somos, pregunta esencial de La Generación del Treinta, Pedreira afirma nuestro ser: somos puertorriqueños y lo que somos se define por lo que llegamos a ser a través de nuestra evolución histórica: una nación hispanoamericana, caribeña, antillana, en guerra  de sobrevivencia  con el gigante de siete leguas, como llamo Martí a Estados Unidos. Esperando Pedreira;  y de ello tiene una profunda que fe, que un día nos curemos, nos redimamos, afirmando lo que somos sin miedo, sin vacilaciones, sin duda: una nación antillana, caribeña, latinoamericana de esencia hispánica. Para decirlo simplemente somos lo que somos y seremos: Puertorriqueños  o boricuas sin más.

Pepe Rafael Robles Ríos
Manati, P.R.
1/26/2013



           



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