Paradojas del Ser: A ningún estudioso del pensamiento filosófico griego,
le será extraña esta paradoja existencial: La apariencia de la realidad no es
lo real; porque afirma como verdadero, lo falso. Tener una visión aparencial de
las cosas es vivir desde coordenadas irreales, falsas. Porque la realidad aparencial es el supremo espejismo, la gran ilusión
del que no tiene ojos para ver sino lo superficial de lo existente.
La realidad no aparente; por consiguiente, la profunda, escapa a esa
primera visión sensorial de las cosas que son en cuanto son. La realidad es
sustancialmente, entonces, metafísica. De ahí, pues, la búsqueda equivocada de
lo que es, en lo que nos aparece como
dato de sentido.
¿No es hora, pues, de fundar el Ser que es, en si mismo, en su mismidad,
en sus adentros, donde habita la Verdad,
como afirmo Unamuno, que jamás será
un ser ahí, sino un ser para mi? ¿Un para mí que equivale a mi realidad, mi
mundo, mis cosas, en la penetración honda que llega a lo que se da más allá de lo aparencial? Y
verlo… ¡Eufóricamente!, es decir, con Dioses adentro, entusiasmadamente, a lo griego.
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