Poesía Azarosa
En, un
panal oculto, en una secreta cueva,
Enmarañada
de un negrísimo
Terciopelo,
la luna...
¿La
tierra?
Alguien...
¿quién?
Le ha
robado un pedazo de su queso,
Sueña,
En el
inquieto acorde brumoso de un mar,
Fundiéndose
explayadamente con el cielo.
¿El sol?
De rozado
es su vestido de fino lino.
El vaivén.
(El siempre bamboleo)
La barca
se detiene,
Sólo se
detiene.
Un lucero
puja por nacer.
El vientre
se expande, se dilata.
El río se
pone a velar,
Como
centinela silencioso.
El bosque
lleno de pitirres alborozados.
¿Los
tiempos?
Hay
tiempos que no son tiempos.
Pero el
pujo, es real.
El alba
llegará.
En
sandalias de coral.
¿El
tiempo?
Volverá a
nacer
En la
alborada de una mañana.
Cabalgando
en alas de gaviotas,
Que
siempre saben prender,
El
diamante de un lucero
En el
claro pecho
De una
noche alargadamente tenue,
Como un
quejido leve de un oboe,
Donde las
estrellas,
Ya no son
estrellas robustas,
Sino
cucubanos,
Adornando
la noche
De un
amanecer de sueños,
De vuelos
De los
siete hijos
De la
suave primavera.
Es Lope,
El gran
Lope de Vega
El que me
habla:
« Un
soneto me manda hacer Violante.»
¿Es hora de soneto?
... ¿O de
clarines o de epopeyas?
¿Epopeyas?
¿La del
gigante monstruoso
Que en
pesadilla,
Brota del
mar de la mente
Para
aterrar a una niña?
¿O niño o
campo o pueblo
O ciudad o
nación o a un verso?
Corrientes
de lírica infinita,
Que mis
dedos sienten su empuje,
Su ahínco,
su fuerza.
¿Niño?
¿De qué?
¿De
espumas?
¿De
escamas?
¿De
espinas?
¿Niño?
Mejor...
¡Suspendo!
¿Niño?
¿Espejo?
Pero se
oye el lloro,
El siempre
lloro
Que ahoga
la rosa tenue
De una
alborada
De niños
robustos, alegres:
¡Combatientes!
Yo soy... ¿qué?
¡Sí! Yo
soy y seré
En un
mundo dislocado,
En un
mundo de “hamburgers”
De “hot dogs”,
de “chickens nuggets”,
De Chu
Wan,
De
costillitas chinas
Cocinadas
en una isla, como la nuestra,
Tropical.
Soy y seré...
¿qué?
¿Lo sido?,
por favor: ¡No!
El tiempo,
Decía un
maestro de soledades,
«Es
irreversible»: entonces...
Yo:
irreversible
En la
clara conciencia
De haber
sido río de lujuria
Enamorado,
hechizado locamente,
A sus
anchas de su madre.
Freud
tenía razón:
« El niño
es un polimorfo perverso.»
¡Viejo,
don Miguel!
¿Quien lo
iba a decir
Que a mis
55 años,
Estuviera,
Como
siempre,
A las
márgenes de tus orillas,
Pescando
en tus aguas.
Gracias
don Miguel, ¡ah, olvidaba!
De
Unamuno,
Que no es
lo mismo,
Ni se
escribe igual, que eso quede claro,
Por favor,
Viejo don
Miguel, creerás,
Y, aunque
no lo creas,
Que no es
la cuestión divina,
El ansia
de inmortalidad,
La esencia
trágica de mi existencia,
Sino...
La
desesperación colonial.
La
esclavitud de esta mi Patria
Donde
resuena soberano el verbo de tu lengua,
Que es la
nuestra,
Pero
sumido, apagado:
¡Esclavizado!
Lo siento,
tanto, don Miguel
Pero ya no
pienso, como tú.
Pepe
Robles
Manatí, El
Atenas